15 de mayo de 2009

Mi otra musica

Hasta ahora no os he hablado nada sobre una de mis pasiones, que es la música clásica… La música en general, ya lo es, pero este tipo en especial, es la que realmente me llega directa a los sentimientos, sin ambajes, sin recodos…

Por desgracia, escucho bastante menos ya… y voy mucho menos al auditorio, donde realmente se escucha música… La música está hecha para sentirla en directo… para notar como los acordes de 20 violines hacen vibrar tus ropas, tu alma… Para notar la expresión de un tenor, rasgada, anhelante, exclamando que “vencerá, al alba, vencerá…”.

Hace unos días que estoy algo más taciturno (todo lo taciturno que yo puedo llegar a ser, que no es mucho…), algo más instrospectivo… Y desasosegado… Sin un motivo claro, o quizás si… Y eso me lleva a recurrir de nuevo a MI música. Esta música, en la que en la soledad de una habitación, acogedora, me envuelve y me susurra con delicadeza… Hay humedad en mis ojos, real, palpable… Estoy escuchando una pieza muy conocida, y por ello, manoseada… Algunos la recordarán por una película de la Guerra de Vietnam… Otros por un anuncio… incluso se ha oido en las discos, en un remix!

Pero aquí, ahora, estamos solos, ella y yo… Delante de la pantalla, escribo completamente arropado por las notas del Adagio para cuerdas de Samuel Barber… el volumen está fuerte… Me hace sentir como si no hubiera nada más, aislado del resto del brutal mundo por unos momentos, solos, la música y yo… Si, se podría decir que estoy melancólico, sin motivo aparente… Quizás el otoño me ha afectado algo más de lo que quiero admitir…

O solo es esa parte de mí que sé que tengo, algo autodestructiva....Algunas veces, tiendo a replegarme… Cierro las tenazas y recogo el aguijón, como defendiéndome del mundo exterior… No hay mucha gente que note ese estado en mí… Es algo que suelo hacer solo, en silencio, sin trascendencia hacia fuera… Es como encontrar ese lugar cálido en nuestro interior, donde estás agusto, cómodo, tranquilo, sereno…

Como estar delante de un fuego de leña en invierno, desnudo, arropado en cálidas mantas y dejando que el fuego, elemento primario, caliente tu piel, con seguridad, con paz… La piel se vuelve rugosa: un escalofrío placentero recorre mi cuerpo y la humedad vuelve a asomar en mis ojos… No estoy triste, tampoco alegre… Sencillamente, tranquilo…


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