21 de diciembre de 2009

Recuerdo

Recuerdo que de niño, durante una de mis frecuentes
visitas a la biblioteca local, me pasaba las horas hojeando un
libro tras otro buscando en vano uno donde apareciese mi
nombre. Como había tantos libros en la biblioteca, con tantos
nombres diferentes en sus lomos, di por sentado que
uno de ellos –en alguna parte– tenía que ser mío. Por
entonces no entendía que el nombre de una persona aparece
en un libro porque él o ella lo han escrito. Ahora, que
tengo veintitres años, lo comprendo mejor. Si algún día
encuentro un libro con mi nombre será porque lo he escrito...

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