Afortunado aquel que tenga el tiempo para perderlo. Para tomar baños eternos en las ciénegas que le crucen el paso, -sean de éter o de cualquier otra cosa-. Para contemplar los astros libertinos con los pies en la tierra y la voluntad en las nubes.
Quién tuviera el tiempo para verlo pasar a lo lejos e ignorarlo. Para invertirlo en un par de piernas blancas o despilfarrarlo en letras sin entendimiento.
Para irse con los versos a otro lado. A la tierra de las ciénegas de éter, los árboles anónimos, y los hombres con defectos.
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