Al principio existía la Palabra. Al menos eso decía el evangelista Juan. A través del lenguaje se toma distancia por primera vez. Y por allí también se corta campo. El lenguaje puede escupir en la cara, o abrazar. Mi papá dice que Heidegger dice que el lenguaje habla. Así de complicado. Así de sencillo.
Me resulta difícil hacer de esta harina pan para los demás. Se trata de algo así: el lenguaje es la raíz de eso que llaman cultura. Y de allí brota y se alimentan el resto de las construcciones sociales. El aire, el sesgo que le damos a cada palabra, formarán esa vida enredándose con otras. Quizá allí está la raíz y tal vez de allí se nutre el bagaje cultural, que luego va creciendo. El lenguaje es una especie de locomotora que acarrea el resto de los vagones. La palabra es la flecha disparada que se clava y penetra en el día. Sumando esos días, tal vez aprender a decir es una de las primeras formas de aprender a vivir. El lenguaje compartido es la primera forma de entendernos, de encontrarnos. Y de la riqueza del lenguaje brotan amistades ricas, ricas reflexiones, negocios ricos. Pero si el lenguaje se amputa se serrucha también esa riqueza.
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