1 de marzo de 2011

Aborto de pensamientos

Hoy por obvias razones amanecí reflexionando sobre lo raro que resulta el dormir con alguien extraño que apenas conocemos y con quien se han intercambiado escasas palabras. No me estoy refiriendo a tener relaciones sexuales, sino a entregarse al sueño en una misma cama, actividad que, desde mi punto, requiere de bastante más confianza. Cuando uno duerme, queda en estado inconsciente, ajeno de toda realidad que lo circunda. Todos los sentidos anulados. La dimensión del espacio y del tiempo toma otro formato, y es en ese estado de extrema vulnerabilidad que nos entregamos a nuestro compañero de cama, confiando en que no se aprovechará de nosotros de ninguna manera, teniendo en cuenta la notoria diferencia entre que uno tenga control de la situación y el otro ni siquiera tenga los ojos abiertos.

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