22 de noviembre de 2009


Ayer, y a través de la televisión, llamaron mi atención dos situaciones diferentes, pero con un fondo similar. En primer lugar y en un programa del que algún día habrá que hablar aquí largo y tendido pude observar atónito como una chica decidía ponerse delante de las cámaras para decirle sin ninguna piedad a su novio y de una manera absoltamente cruel que le dejaba, que no estaba enamorada de él y que lo que realmente quería era irse a vivir la vida con su ex-novio. El chico, que pocos segundos antes había dicho ante la audiencia que estaba enamoradísimo de ella, acabó, lógicamente, destrozado y decidió abandonar el programa entendiendo que la humillación ya había sido suficiente.
En segundo lugar, y ya de una manera ficticia, en una serie que descubrí hace poco y que reconozco que me está enganchando, se puede observar como unos alumnos de un instituto americano deciden hacer unas grabaciones privadas que no se abrirán bajo ningún concepto hasta que hayan pasado 50 años. Es lo que ellos llamaban "La Cápsula del Tiempo" y ahí dejaban mensajes y lo curioso es que decían cosas que en el presente no se atrevían a decir públicamente.
Todo esto me lleva a pensar en la cantidad de palabras que nunca decimos por cualquier motivo y que de uno u otro modo podrían haber cambiado el rumbo de nuestras vidas. Hay muchas cosas que no decimos en el momento oportuno y luego nos arrepentimos. También hay cosas que no decimos pero las damos por sabidas, con el enorme riesgo de equivocarnos; cosas que deberíamos haber dicho y que por no hacerlo ahora no lo pasamos bien; cosas que no nos atrevemos a decir por miedo a meter la pata ante gente qe nos importa o por quedar bien delante de personas que luego nos dan la espalda. Tantas y tantas cosas...
En lo dos casos descritos antes, la comunicación o la falta de ella juega un papel importantísimo. En el primero la chica no se atreve a decírselo (al novio) en privado y, con un criterio que jamás entenderé, lo lleva a la televisión para, a través de una grabación, machacar al que hasta ese momento, se supone, era la persona más importante de su vida. En el segundo, los alumnos se aprovechan del cierto anonimato temporal para decir cosas que no se atreven en ese preciso momento y conscientes que pasados 50 años poca importancia tendrá lo grabado. En ambos casos coincide una especie de cobardía comunicacional que tantas veces hemos practicado todos y cada uno de nosotros y que, en la mayoría de los casos, tiene resultados que no son los esperados.
Y me pregunto: "¿Qué le diría yo a una grabación que nadie podría ver en los próximos 50 años?"

1 comentario:

  1. Contaria mis sueños, mis aspiraciones, mis deseos... y 50 años despues comprabaria si tube el valor de cumplirlos

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