Una vez alguien dejó de quererme por que no sabía bailar. Nunca en mi vida había llorado tanto. No lloraba por no saber bailar, sino porque dejó de quererme.
Y cuando aprendí, ya no quiso bailar conmigo.
Que nadie me diga que “si por no saber bailar dejó de quererte, es que nunca te había querido”.
Que nadie me lo diga.
Hay cosas que uno prefiere no escuchar.
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