Cuando se encontró en el caminito de gravilla con la misteriosa carta en la mano,
tuvo de repente una extraña sensación. Era como si fuese una muñeca que por arte de
magia hubiera cobrado vida.
¿No era extraño estar en el mundo en este momento, poder caminar como por un
maravilloso cuento?
Sherekan saltó ágilmente por la gravilla y se metió entre unos túpidos arbustos de
grosellas. Un gato vivo, desde los bigotes blancos hasta el rabo juguetón en el
extremo de su cuerpo liso. También él estaba en el jardín, pero seguramente no era
consciente de ello de la misma manera que Sofía.
Conforme Sofía iba pensando en que existía, también le daba por pensar en el
hecho de que no se quedaría aquí eternamente.
Estoy en el mundo ahora, pensó. Pero un día habré desaparecido del todo......
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