A menudo hablo más de lo que debería, aunque callo bastante más.
A veces intento aclarar las cosas más de la cuenta. Y aún así los malos entendidos siguen estando ahí.
A veces tengo que morder mis palabras para no decirlas. Pero algunas se empeñan en dañarme si no las pronuncio.
A veces las palabras más claras son las que no se dicen. La mirada es el espejo del alma.
Muchas veces hasta yo mismo caigo en la trampa de no acordarme que la precipitación y el error están estrechamente unidos.
A veces no encuentro con quien hablar, aunque sea de cosas insignificantes.
Se dice que lo óptimo es alcanzar el equilibrio. Dichoso equilibrio que aún no te conozco.
Qué difícil es hablar cuando los demás se han acostumbrado a que les escuches y viven de tu silencio...
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