1 de octubre de 2010

Ilusiones

Tengo un tarro muy grande guardado en la trastienda de mi mente. Allí se esconden mis deseos, protegidos del mundo. Hay veces que lo destapo, para meter alguno nuevo o para recordar alguno pasado. Otras veces parece que se vacía, pero no es más que un espejismo, y a la mañana siguiente sigue estando lleno.


Los conservo y los hago crecer, y ocasionalmente, sólo cuando el destino y yo apostamos al mismo número, consigo cumplir alguno.


Me gusta tenerlos cerca, observarlos, regocijarme con ellos. Chocan unos con otros y a veces incluso parecen reir. Unos se contradicen y otros suspiran, o se quedan agazapados en un rincón, temiendo no estar a la altura de las circunstancias.

Pero si hay algo que me gusta es que por mucho que dude, siempre siguen ardiendo, vivos, llenos...

Ni siquiera la desesperanza ha conseguido destruirlos.


Y es que la última ilusión es pensar que se han perdido todas las ilusiones...

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