Si miras a tu alrededor, observas, eres consciente de todo lo que te rodea y sigues adelante como si nada...¿qué te hace pensar que cuando mires dentro de ti, observes y seas consciente, será distinto?
No es tarea fácil. Es necesario conseguir el coraje suficiente para ser introspectivo y sincero contigo mismo. La mayoría prefiere buscar excusas para no enfrentarse, para no asumir, para no mirar a la verdad de frente. Es más fácil engañarse. Es más fácil mostrar una cara exagerada, distorsionada, suavizada, edulcorada... de la forma que sea que interese, para no sentirnos peores personas y obtener la respuesta moderada que nos haga sentir mejor. Sigue siendo otra forma de mentir(nos).
Hay que ser muy valiente para asumir más palabras de las que nos convienen, más perspectivas, más oportunidades... para no conformarmos, para no acomodarnos, para no seguir dibujando con un fino pincel un mundo que no corresponde con el real.
Hay que mirar dentro y sacar de los arrinconados baúles la realidad, la de verdad, no esa realidad que nos hemos creado para justificar nuestro mundo. Incluso hay que mirar debajo de la alfombra, esa que esconde todo aquello que nadie quiere tener a la vista pero que no evita que siga existiendo. Hay que mirarse honestamente al espejo y no tener miedo de la imagen que devuelva su reflejo.
Es tan injusto y negativo ser demasiado duro con uno mismo como ser excesivamente benévolos. No se trata de juzgarse, sino de aprender, asumir, crecer, madurar.
Un proceso largo, profundo y doloroso.... pero increíblemente enriquecedor.
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