Solemos organizar nuestras vidas en función de unas variables consideradas lo suficientemente estables como para construir sobre ellas nuestro presente...y hasta planear nuestro futuro. Son pilares que se distribuyen en función de realidades externas más que internas, pero nos gusta creerlas fundamentales, fuentes de pensamiento inquebrantable. Cimentamos sobre ellas nuestros sueños. Luego, edificamos nuestras decisiones, nuestros pasos, nuestro camino. Colgamos en la pared todas y cada una de nuestras posibilidades: la estabilidad, la esperanza, la fe.
Pero todo eso no sirve de nada, ya que la vida es un inevitable abismo de probabilidades aleatorias, donde nuestras pequeñas decisiones desencadenan continuos aleteos de mariposas que pueden llegar a desestabilizarlo todo, provocando terremotos en el mismo epicentro de nuestras emociones y llevándonos a situaciones incontrolables.
Mi mundo ha acabado por desmoronarse en estas últimas semanas por tantos frentes que por un instante me he visto desbordado por restos de naufragios por todas partes. Ahora no tengo claro qué pasará mañana, que haré la semana próxima o dónde viviré dentro de unos meses.
Después de la tormenta dicen que llega la calma,,,de todas formas, suerte,,,suerte mañana!
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