Naces con la idea de autosuficiencia entre el primer pensamiento y el segundo. Creces con el valor de tus manos, arañando todos los obstáculos y lapidando aquello que te impide alcanzar tus metas. Gritas contra la nada. Luchas por tu lugar en el mundo. Respiras aún cuando te ahogas en cada aliento. Sales al mundo creyendo que podrás con todo.
Y despiertas una mañana, y la impotencia se ha cebado con tu sentido común. Lo intentas, pero la vida es a veces un misterios sin claves ni pistas. Tu cuerpo no responde, tu mente se bloquea, tus manos tiemblan.
Querer y no poder. Necesitar y no poder. Sentir y no poder. Pensar y pensar y pensar....y no poder.
Cuando el cuerpo no acompaña nuestros pasos, de poco sirve obsesionarse en luchar contra viento y marea, de nada sirve enfrentarse a la evidencia. Cuando el cuerpo no acompaña, solo nos queda la paciencia, coger aire, mantener la perspectiva, y no dejar que la frustración levante muros entre nuestro presente y nuestro futuro inmediato. Porque aunque ahora se vea borroso, está a la vuelta de la esquina.
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