26 de octubre de 2010

Ilusiones... y otros desencantos

La precipitación es la madre del error. Demasiadas veces lo he comprobado ya...




Porque a veces tenemos tantas ganas de creer, de ilusionarnos, de arriesgar, de confiar, que no nos paramos a pensar, no somos realistas, no comprobamos antes que lo que hay detrás de tantas ganas no es más que un teatro lleno de máscaras. Nos lanzamos de cabeza a la piscina sin ver que es un simple reflejo, que esta vacía. Y acabamos con la boca contra el suelo y las encías sangrando de nuevo. Lamentándonos y preguntándonos cuando se vació.




Nunca estuvo llena. Esa es la cuestión. Simplemente nos cegamos por el deseo absurdo, irreal, equivocado. Confundimos las ganas de sentir con los sentimientos de verdad. Cambiamos la realidad de lo que hay en algo que no existe. El poder del soñador, la necesidad de creer. Y al final no nos desencantamos por lo que había, sino por nosotros mismos, por no haber abierto más los ojos, por dejarnos llevar por espejismos, esos que no fueron reales.




Pero la vida, sabia como la que más, nos enseña en cada experiencia y nos muestra un poco de realidad, o mejor dicho, de nosotros mismos. Saber quienes somos y quien no queremos ser.




Y seguir creciendo..

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