26 de mayo de 2010

Mentiras

Comprendía ahora que no sólo Fantasia estaba enferma, sino también el mundo de los seres humanos. Una cosa tenía que ver con la otra. En realidad, siempre lo había sentido así, sin poder explicarse por qué. Nunca había querido aceptar que la vida fuera tan gris e indiferente, tan sin secretos ni maravillas como pretendían las personas que decían: ¡la vida es así!


Pero ahora sabía también que tenía que ir a Fantasia para sanar otra vez a ambos mundos.


Y el que ningún hombre conociera el camino se debía precisamente a las mentiras e ideas falsas que llegaban a su mundo como consecuencia de la destrucción de Fantasia, dejándolo a uno ciego.


Con espanto y vergüenza, Bastián pensó en sus propias mentiras. Las historias inventadas que contaba no eran mentiras. Eran otra cosa. Pero en algunas ocasiones había mentido de forma totalmente consciente y deliberada... A veces por miedo, a veces para conseguir algo que quería tener sin falta, a veces también sólo para darse importancia. ¿Qué criaturas de Fantasia había aniquilado, desfigurado y maltratado con ello? Intentó imaginarse cómo podía haber sido antes su verdadera figura... pero no pudo. Quizá, precisamente, porque había mentido.
En cualquier caso, una cosa era segura: también él había contribuido a que las cosas fueran tan mal en Fantasia. Y quería hacer algo por arreglarlas. Le debía eso a Atreyu, que estaba dispuesto a cualquier cosa sólo para buscarlo. No podía ni quería defraudarlo. ¡Tenía que encontrar el camino!


El reloj de la torre dio las ocho.



La historia interminable
Michael Ende

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