Reconozco que es un sonido que me resulta especialmente cercano. La mayor parte de mi tiempo paso evadiéndolo...o quizás invadiéndolo. Tanto tiempo acostumbrado a su sonido que no siempre me apetece tenerlo cerca.
Hay veces que lo necesito, lo pido a gritos, al no poder soportar el estrés de tanto sonido y necesito relajarme, tranquilidad absoluta, silencio. En cambio, tambien hay momentos que me apetece todo lo contario, oír gente, oír risas, oír lo que sea pero que no haga quedarme solo con mis emociones.
Hay veces que me gusta jugar con él. Otras veces lo esquivo por ser un poco aburrido. A veces me ayuda a concentrarme y aclarar mis ideas, otras en cambio me confunde y me marea de tal forma que no puedo distinguir un pensamiento de otro.
Hay muchas veces que se hace el silencio, provocamos silencios, o rompemos silencios. Algunas veces callo porque no tengo nada que decir, pero otras veces simplemente me muerdo las ganas por miedo a no decir lo que debería, por ese temor innato a equivocarme sin remedio. A veces hablamos porque no soportamos esos ruidosos silencios tan incómodos. O callamos porque pensamos que nada de lo que tenemos que decir puede importarle a nadie, pese a saber que nos equivocamos pensando algo así.
Todavía trato de hacerme hueco entre las silenciosas sombras...
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