Juguemos aunque solo sea un rato a cosas divertidas, dejando a un lado la soledad que muchas veces sentimos aunque nos rodeen miles de personas, viviendo de verdad alegría por el momento que estamos pasando, olvidando el pasado que solo existe en nuestra mente y aparcando las preocupaciones futuras que no han llegado.
Dejemos a un lado la rabia de las injusticias sufridas, pues solo consiguen convertirnos en personas tristes y sombras de lo que realmente somos, disfrutemos con instantes pequeños, con personas sencillas y lugares hermosos, aislando la violencia que todo el mundo muestra, pues no hace falta para hacernos respetar a pesar de que hay mucha gente que así lo cree pero no es cierto, no en este juego y no en la realidad.
Juguemos a mirar a las personas por su belleza interior y no tanto por su físico, porque cierto es que debe de existir una química especial pero si le damos el papel principal luego nos quejamos de que falla lo demás, en cambio quien tiene bella el alma, puede hacer surgir la química después y no faltar jamás a su palabra.
Juguemos a dar sin querer recibir, a ser buenos sin recompensa, porque así, quizás encontremos el camino que nos muestre quienes somos de verdad y derrumbemos el muro de nuestros miedos, inseguridades y de esa soledad que tanto daño los hace, pero que todos compartimos.
Juguemos rescatando a esos niños que antaño fuimos, juguemos, juguemos juguemos.
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