Por alguna razón, todos hemos escuchado esta frase de boca de alguien querido, y lo más seguro es que la mayoría de nosotros también la hayamos dicho en algún momento. Sin embargo, cuando decimos esta frase, casi nunca nos detenemos a pensar que no está en poder nuestro decidir si alguien nos merece o no.
De algún modo esta frase intenta basarse en raciocinios, antes que enfocarse en lo sienten dos personas y en lo que estén dispuestos a enfrentar en nombre de lo que sienten. Por sencillas e inofensivas que parezcan estas tres palabras, pueden dejar heridas en el alma, sobretodo cuando quien la escucha, no las esperaban y cuando las personas de quien las escuchan, les importa más de lo normal... es casi como si cerraran una puerta de golpe, en las narices y sin dar vuelta atrás.
Antes de echar a perder lo que puede llegar a ser nuestra felicidad y la de otros, deberíamos dejar a un lado las suposiciones de si somos o no merecedores de algo, para darle paso a lo que sentimos. Al fin y al cabo, al corazón le importa poco esta controversia, y no hay quien pueda decidir lo que siente o no siente por alguien.
Así es!
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