Si el universo fuera infinito y hubiera infinita materia en él, repartida más o menos como la conocemos en nuestra región, se producirían curiosas y en cierto modo muy extrañas situaciones. Aunque algunas regiones estarían muy lejos de nosotros y nunca llegaríamos a verlas –porque no es posible viajar más rápido que la luz– existirían con certeza matemática «dobles» o «copias» de nosotros mismos en alguna parte.
Nuestros telescopios, si fueran perfectos, podrían ver digamos hasta una distancia de unos 1027 metros. Y más o menos habría que irse a una distancia de unos 10n metros, siendo n = 1027, para encontrarse a uno de esos clones con casi total certeza. Esa distancia serían 10 elevado a 10 elevado a 27 metros, que aunque es fácil de decir es casi imposible de imaginar.
Más curioso resulta aún que, en esa vasta infinitud, bastaría irse a «tan solo» 10n metros de distancia, siendo n = 10119, para encontrar una región del tamaño de nuestro universo completo, que además sería en todo idéntica al universo visible en que nos encontramos.
Este es uno de las peculiares análisis de The Infinite Book, un interesante libro del cosmólogo y divulgador John D. Barrow.
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