Era una noche de verano, como siempre aquel chico, a la misma hora, en el mismo minuto, se dirigía a la ventana para ver el entorno a su alrededor. Se sentía atrapado en su interior tanto como si fuera una habitación de la que no podía escapar. Cada vez dicha habitación parecía que se hacía más pequeña, como si todo alrededor cobrara menos sentido y que poco a poco todo su alrededor iba perdiendo importancia. Se encontraba perdido en sus propios pensamientos, de los cuales, se iban desvaneciendo a la par que su vida perdía todo su significado. Cada vez ese mundo le iba abduciendo de manera casi total, mundo en el que se sentía solo y se cobija en un pequeño rincón de la pared. En el que las personas pasaban, venían y se iban. Nadie prestaba atención a aquel chico en el rincón, nadie se paró a pensar y mucho menos siquiera acercarse a aquel rincón en el que el chico se situaba. Un rincón que llamaba al chico como si de una voz le hablara diciendo: ”Húndete, muere en ese rincón en el que estas atrapado” y que cada vez le incitaba mas a creerse aquellas palabras que invadían su mundo astral y hacían que cada vez su mundo exterior se hiciera más gris. Mundo que se apagaba como una bombilla de alta intensidad, que consume su energía hasta que se apaga.
Entonces aquel chico dirá adiós a su existencia.
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